MUERTOS EN LO ALTO
Me conmueven las muertes de los solitarios que merodean las fronteras, como éstas dos, en las páginas de ayer: el médico que hacía cumbres en soledad, sin dar a nadie pistas; el pescador arrebatado de una peña por un golpe de mar, y que callaría su lugar favorito, como suelen hacer los pescadores. En la elección de esas faenas la tarea es, en el fondo, un pretexto, que canaliza una inclinación secreta: gozar de la verdadera soledad, que no consiste únicamente en no tener a nadie al lado, sino en que nadie sepa bien dónde está uno. Liberado de todo el tejido que nos tiene sujetos, el solitario goza de otro estado y traba una intimidad especial con la naturaleza. Llamemos a ese episodio de unión por su nombre: religión. El mar y la montaña son las grandes reservas del espíritu, aunque el hilo sólo sea el ritmo de los pasos al pisar o los círculos concéntricos que rodean el anzuelo.
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De
La Nueva España,
12/09/2008.
Goal!
ResponderEliminarbueno, bueno, sorpresas te da la vida, ví un comentario y asumí que era del incansable ignatium, que siempre se toma la molestia de hacer estas cosas y no desfallece en su fe y sus convicciones.
ResponderEliminarno te enfades, catenaccio. si pinché en el comentario, era porque en el fondo, tenía esperanza de que fuera alguien más el que participara de esti hallazgo...
Fue y es Goal. Hasta ahora no pude declararlo.
ResponderEliminarSea.
Gol!.
ResponderEliminarPaperman, 2ª sorpresa, pitxón.