CRÓNICA SENTIMENTAL EN ROJO
A Blanca, que ahora tenía treinta y siete años, la había conocido Sergi Llor cuando a los dieciocho salió del colegio de monjas sabiendo bien sabidas tres cosas: que Dios existe, que los hombres pertenecen a una especie dañina y que pasarse el dedo por ciertos sitios produce una satisfacción muy privada. Ahora Blanca Bassegoda dudaba seguramente de la existencia de Dios y no necesitaba para nada los trámites del dedo. Había aprendido, además, otras cosas: a cruzar las piernas, a controlar intereses bancarios, a cotizar los vestidos con firma, a invertir en pintura y a comer brillantemente en el Via Veneto, desbordando simpatía con personas a las que odiaba. Probablemente había aprendido también —se notaba en sus ojos— que a pesar de todo la felicidad no existe, pero que hay que seguir buscándola.
——————————
De
Crónica Sentimental en Rojo,
1984.
No hay comentarios:
Publicar un comentario