miércoles, 29 de marzo de 2006

CHESTER HIMES. A FRIEND OF MINE


A FRIEND OF MINE

A friend of mine, Phil Lomax, told me this story about a blind man with a pistol shooting at a man who had slapped him on a subway train and killing an innocent bystander peacefully reading his newspaper across the aisle and I thought, damn right, sounds just like today's news, riots in the ghettos, war in Vietnam, masochistic doings in the Middle East. And then I thought of some of our loudmouthed leaders urging our vulnerable soul brothers on to getting themselves killed, and thought further that all unorganized violence is like a blind man with a pistol.
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Preface to Blind Man With a Pistol, 1969.

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UN AMIGO MÍO

Un amigo mío, Phil Lomax, me contó que un ciego había disparado con una pistola contra un hombre que le había abofeteado en el metro y había matado a un espectador inocente que leía tranquilo su periódico al otro lado del paseo. Y pensé: maldita sea, igual que las noticias de hoy, las revueltas en los ghettos, la guerra en Vietnam, los actos masoquistas en el Medio Oriente. Luego pensé en alguno de los líderes de voz estridente que incitan a nuestros vulnerables hermanos del alma y les hostigan para que se hagan matar, y por último pensé que toda violencia desorganizada es como un ciego con una pistola.
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Prefacio a Un Ciego con una Pistola, 1969.
(Trad. Ana Becciu)

martes, 28 de marzo de 2006

BLANCA VARELA. FÚTBOL


FÚTBOL

A Vicente y Lorenzo

juega con la tierra
como con una pelota

báilala
estréllala
reviéntala

no es sino eso la tierra

tú en el jardín
mi guardavallas mi espantapájaros
mi atila mi niño

la tierra entre tus pies
gira como nunca
prodigiosamente bella
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De Valses y otras falsas confesiones, 1972.

EDUARDO GALEANO. GOL DE NILTON




GOL DE NILTON

Fue en el mundial del 58. Brasil iba ganando 1 a 0 contra Austria. Al comienzo del segundo tiempo, avanzó desde su campo Nilton Santos, el hombre clave de la defensa brasileña, llamado la Enciclopedia por lo mucho que sabía de fútbol. Nilton abandonó la retaguardia, pasó la línea central, eludió a un par de rivales y siguió camino. El técnico brasileño, Vicente Feola, corría también por la orilla de la cancha, pero del lado de afuera. Sudando a mares, gritaba: —¡Vuelve, vuelve! Y Nilton, imperturbable, continuaba su carrera hacia el área rival. El gordo Feola, desesperado, se agarraba la cabeza, pero Nilton no pasó la pelota a ningún delantero: hizo la jugada él, solito, y la culminó con un golazo. Entonces Feola, feliz, comentó: —¿Vieron? ¿No les dije? ¡Este sí que sabe!
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De El fútbol a sol y sombra, 1995.

jueves, 23 de marzo de 2006

CRÓNICA


EL ÚLTIMO NO PARTIDO Y LA GRAN CONSPIRACIÓN

Aprecio en la foto de Clamavi la falta de la jugadora indispensable... ¿dónde andaría metida? De todas formas ella sabe que todo lo que pasó ese día fue una gran conspiración, que diría pedro j., porque teníais miedo ante la anunciada goleada que os iba a marcar. Lo entiendo, yo también lo habría tenido. La gran conspiración comenzó, para ser exactos, el día anterior. El sargento Blast debería haber estado listo a las 9 a.m., pero esa misma noche agentes infiltrados le retuvieron contra su voluntad, obligándole a beber un líquido amarillento de procedencia incierta, en grandes cantidades. El sargento intentó avisar a P. Glamour hacia las 5.30, lo cual constituyó un gran fracaso puesto que la susodicha P. estaba acabando de darle forma a sus rulos y de hacerse la mascarilla, por lo que responder al microlarbis supuso un gran inconveniente, lo que se tradujo en una inexcusable falta de atención a los intentos del sargento de burlar a los agentes... Con todo, después de repostar consiguieron partir hacia las 11 más o menos hora local, una vez recuperado el soldado Meekly. Tras numerosos obstáculos que se interpusieron en su camino, principalmente en forma de café con leche, churrasco, chuletinas y paletilla de lechazo, parece ser que nuestros intrépidos estaban cerca del lugar señalado para el gran encuentro. Ellos aún no se explican cómo hicieron los agentes infiltrados para hacer aparecer, de repente, un peaje y una barrera a rayas blancas y rojas —lo que era una prueba evidente de la gran confabulación que se estaba tejiendo para no dejarles llegar al punto Z— que les obligó una vez más a contemplar la belleza del paisaje y del paisanaje. Fuentes fiables aseguran que los obstáculos a superar, y con los que no os voy a aburrir, fueron muchos y numerosos, sin que por ello su fuerza inquebrantable se resquebrajara. En fin, diversos testimonios de reconocido prestigio los sitúan en el punto Z. hacia las 7 p.m., dispuestos como nunca a ponerse las camisetas y salir ante la afición. Sin embargo, los atemorizados contrincantes alegaron algo tan banal y evidentemente falso como una irremediable pasión musical de su espíritu que les envolvía igual que una piel de oso y les impedía disputar el encuentro. Sirva este testimonio objetivo y Verdadero para reconocer a P. Glamour su gran valor y sus incuestionables cualidades poéticas, de las que dio grandes muestras durante toda la noche y día sucesivo, según dicen los atónitos habitantes de Z así como numerosos fans —cuyas cualidades morales nadie puede poner en duda, ya que como es sabido, in vino veritas— que se habían congregado en dicho punto ante la increíble ocasión que la vida les brindaba. Con todo ello doy por finalizada ésta creo más que necesaria precisión a la foto de Clamavi, sitiéndome satisfecha por haber contribuido, una vez más, a la Justicia.

lunes, 20 de marzo de 2006

MARTÍN JULIO FERRERO. A VECES LA BRISA CESA


A VECES LA BRISA CESA

En memoria de D. José Rivero Nava

A veces la brisa cesa,
sin delatar su ausencia,
con la humildad de las pequeñas cosas,
la brisa a veces se va.
Y ya no sigue acariciándonos el rostro,
ni jugando con las mariposas.
Las hojas de los árboles la extrañan,
y también las olas de la mar,
las nubes se sienten tristes
cuando la brisa se va.
Pero siempre dulce regresa,
a volar con los gorriones,
y con los niños jugar,
a hacer esas pequeñas cosas
que nos hacen respirar.
Hay hombres que son brisa,
no tormenta, ni huracán,
dominan esas pequeñas cosas
que nos hacen respirar,
por ello cuando se marchan,
tenemos que llorar.

Marzo de 2006.

domingo, 19 de marzo de 2006

RECITAL

Viernes, 17 de marzo, 20:00 horas.
Patio del Museo Nicanor Piñole, Pz/Europa 28, Gijón.


CRÓNICA DE UN PARTIDO DEL MUNDIAL

La entrada la hicieron como caballos vencedores. Entrada triunfal en un auditorio pequeño pero lleno y colmado de entusiastas. Un auditorio entregado. A la espera del partido, intercambio de saludos entre conocidos y sonrisas (yo sólo miraba). Intercambio de poemas como banderines y una irremediable desgana que me produce (dios me perdone) el corporativismo y más aún cuando de arte se trata. Esa retahíla de lugares comunes. Algún grupo intercambia poemas, otros mails, otros recomendaciones literarias, otros estilos y consejos para sembrar mejor los versos en la próxima primavera. En fin. Media hora estuve cruzando y descruzando la pierna esperando a los Grandes. Sólo encontré un contemporáneo lejano, lejano de aquellos tiempos de iniciación en la lectura, afortunadamente llenamos la conversación de preguntas profesionales y se mereció mi aplauso cuando en un momento determinado, al preguntarme si seguía escribiendo, omitió el verbo prohibido e hizo el gesto de garrapatear en el aire. “Bueno, sigo…sigo más o menos respondí, sin prisa…” Respondí “(azorado como si me hubiesen preguntado si seguía yendo de putas) “¿Y quién tiene prisa?” Respondió (más sólido, que diría Nacho, en su afirmada pregunta quizás por ser un poeta publicado). Finalizamos rápida la impúdica conversación porque la sombra de los Vencedores se perfilaba ya en el terreno de juego.

Berta Piñán medió en la introducción, hiló la necesidad de la poesía, la definición de la misma por cada uno de los Grandes y la posibilidad gloriosa (cierto) de tenerlos a todos juntos en Gijón. Distintas voces, distintas experiencias, distintas generaciones y la misma honda sensibilidad de poesía en todos. Inició el partido Joan Margarit. Jugó de pie: Recitando solemne. Ventanas a la infancia, la guerra, la memoria de los primeros años, la hija muerta, una pequeña ave agonizando en el camino. El tono emocionado en la voz quizás sabiéndose padre literario ya y por tanto primera generación de los jóvenes Marzal o Muñoz. Pasó el balón a Luis Alberto de Cuenca. Impecable. Leyó sentado poemas de su antología amorosa (muchos de los poemas que releímos este año en Lanzarote). Algunos los repetía de memoria, sin leer apenas. Volviendo sólo a ratos los ojos al libro. Interpretando «Tengo un hambre feroz esta mañana. Voy a empezar contigo el desayuno». Y revisando Cuando vivías en la castellana o ya no hay luz en la buhardilla de Zurbano. Marzal miraba de reojo. Disonante (y no sé por qué) con su lenguaje verbal y no verbal. Preparado. Afilando su técnica. Estaba justo en el medio del semicírculo de sillas, sabiéndose quizás el delfín elegido de la nueva pléyade de poetas. Su verso elegante y medido. No recitó al modo de los otros Grandes ni tampoco lo hicieron los que faltaban (Prado, Bello o Muñoz. Algo sí, Piñán. Un atisbo de salto generacional). Marzal y apuntes mediterráneos. El olor de la rosa se sigue transmitiendo. El origen del mundo y metáforas del deseo y el misterio. Benjamín Prado sorprendió con poemas inéditos (uno de los grandes descubrimientos de los últimos meses gracias al Fútbol). Leones azules, gasolineras y Keats. Cerró con un acertijo soberbio con versos robados a poetas del siglo XX. Certero. Brillante. Una delicia. Xuan Bello emocionó con la tristeza ésta que llevan (llevamos) en los huesos los del Norte. Y la llingua asturiana, con todas las hipótesis a priori que supone escuchar unos versos en asturiano. Montes, la niebla de los montes y de nuevo, como Margarit, un niño mirando en las ventanas de la infancia. Y entrando en el área tras tantas jugadas soberbias un sorprendente (y para mi desconocido) Luis Muñoz. Poemas de luz, mediterráneos o de isla, amores, claridad, transparencia. Un más que exitoso fichaje para un próximo fútbol de poetas. Y pase de Muñoz a Berta Piñán, con el balón por fin frente al portero. Pausada, con esa dicción tan triste y esas palabras que suenan tan hermosas en asturiano. Ríos crecidos, el olvido, quizás de nuevo la rosa, las palabras del mundo, “¿hay que juntar los labios?¿duelen?” Preparó el balón y enfiló la portería. Y disparó el último poema (“los límites de un corazón”) y al terminar el último verso, el auditorio reaccionó (y no invento) con un suspiro colectivo que llevaba años sin escuchar. Y que es el mismo suspiro colectivo que recordaba de mi infancia en el Molinón, de aquellos balones que cepillaban los largueros y de Churruca y de Quini y de a-tu-padre-casi-le-da-un- infarto. Y creo que en la sala alguien casi se pone de pie cuando disparó la asturiana ,acompañando el suspiro con el épico huyyyy que sigue siendo homónimo de utopía y de futuro.

Cerró Margarit, con un poema de intenciones, con un poema de despedida y de resumen de vida. Recitó emocionado (ante el éxtasis del público que ya hacia cánticos regionales y la ola) la parábola de D. Antonio Machado: “Era un niño que soñaba…”. Luego todo fue rápido. Despedidas, firma de libros, suelta de globos y de flores a los Grandes. Refocilo de los mismos caminando a tres cuartas del suelo entre los mortales. Vuelta a casa, cigarrito rápido y paseo bajo la lluvia. Glorioso el fútbol todavía con partidos así.

(Pese a todo, el mejor poema leído esa noche me esperaba en casa. Se llama Lucía, ya tiene tres meses y estaba boxeando al sueño, esperando que su padre la durmiera en brazos).

viernes, 17 de marzo de 2006

RECITAL

Viernes, 17 de marzo, 20:00 horas.
Patio del Museo Nicanor Piñole, Pz/Europa 28, Gijón.


Recital poético de Carlos Marzal, Joan Margarit, Luis Alberto de Cuenca, Xuan Bello, Luis Muñoz, Benjamín Prado, presentado por Berta Piñán.

miércoles, 15 de marzo de 2006

MAHMUD DARWISH. ABRAZA A SU ASESINO


ABRAZA A SU ASESINO

Abraza a su asesino para lograr su clemencia: ¿te enfadarías mucho conmigo si sobreviviera? Hermano... hermano: ¿qué he hecho para que me asesines? Dos pájaros vuelan sobre nosotros, apunta hacia arriba. Dispara tu infierno lejos de mí... ven a la choza de mi madre para que te prepare las habas. ¿Qué dices? ¿Qué dices? ¿No soportas mi abrazo ni mi olor? ¿Estás cansado del miedo que me habita? Entonces arroja ese revólver al río. ¿Qué dices?... ¿Un enemigo en la ribera del río ha dirigido su metralleta hacia el abrazo? Entonces dispara contra el enemigo. Escaparemos juntos de sus balas y escaparás de tu delito. ¿Qué dices? ¿Me matarás para que el enemigo vuelva a su casa/nuestra casa y tú retornes al juego de la caverna? ¿Qué has hecho con el café de mi madre y de tu madre? ¿Qué crimen he cometido para que me asesines, hermano? No desataré la cuerda del abrazo. No te dejaré.
——————————
De Menos rosas, 1986.
(Trad. Mª Luisa Prieto)

domingo, 12 de marzo de 2006

DAVID GONZÁLEZ. NADIE CON ESE NOMBRE


NADIE CON ESE NOMBRE

este es mi hijo

le decías a las camareras
de los chigres en los que parabas.

este es mi hijo

le decías a tus amigos y conocidos,

este es mi hijo

y en algunas ocasiones añadías:

bueno, hijo mío no sé si lo es,
lo único que os puedo decir seguro
es que nació en casa

este es mi hijo

estabas orgulloso de mí,
ahora lo sé,
muy orgulloso,

pero nunca pronunciaste mi nombre de pila,

padre,

nunca lo pronunciaste.

me llamo david,
david gonzález.
——————————
De Sparrings, 2000.

miércoles, 8 de marzo de 2006

CARMEN MARTÍN GAITE. NUNCA ME ACERCO TANTO A SER MUJER


NUNCA ME ACERCO TANTO A SER MUJER

Nunca me acerco tanto a ser mujer
como cuando abandono mis palabras,
repliego el abanico
tras el que ensayo risas de gioconda,
desciendo del tinglado de mis gestos
por peldaños estrechos y gastados
y me quito en silencio, a oscuras,
los adornos.
Alguien está conmigo a quien no veo,
que me recoge el alma como un traje arrugado
y me la va subiendo de los pies a los hombros:
la mujer que seré.
No alcanzo todavía a mirar cara a cara
a esa mujer secreta, que apenas si aletea
cuando deja de oírme trajinar (…)
Nunca veré sus ojos de sibila.
Ahora porque no llego a ellos, de tan altos,
de tan imprevisibles,
y un día (…) sustituirán el brillo mendaz de los espejos
y abarcarán muy serios,
bajo un toldo de sombra
—¿por qué pienso tan seria a esa mujer?—
la figura lejana e irisada
de aquella adolescente
que soñaba una vez con conocerla.
——————————
De Después de todo. Poesía a rachas, 1993.

lunes, 6 de marzo de 2006

RAYMOND CHANDLER. EL LARGO ADIÓS


EL LARGO ADIÓS

Hay rubias y rubias y a estas alturas esa palabra es casi un chiste. Todas las rubias tienen sus puntos positivos, excepto quizá las rubias metálicas que son, debajo del tinte, tan rubias como un zulú y que, en cuanto a carácter, son tan rubias como una acera. Está la rubia pequeña y graciosa que pía y gorjea, y la rubia grande y escultural que te para los pies con el hielo azul de su mirada. Está la rubia que te obsequia con miradas reverenciales de cuerpo entero, huele maravillosamente, se te cuelga del brazo y siempre está pero que muy cansada cuando la llevas a casa. Hace ese conocido gesto de indefensión y tiene esa condenada jaqueca y te gustaría darle un mamporro si no fuera porque te alegras de haber sabido lo de la jaqueca antes de invertir demasiado tiempo, dinero y esperanzas en ella. Porque la jaqueca resulta ser permanente, un arma que nunca pierde eficacia y es tan mortal como el estoque del espadachín o el frasquito de veneno de Lucrecia Borgia.

Luego está la rubia suave y complaciente y alcohólica a quien le tiene sin cuidado lo que lleva puesto con tal de que sea visón o adónde va con tal de que se trate del club nocturno más denier cri y no falte champán seco. O la rubia pequeñita y animada que es un poquito pálida e insiste en pagar lo suyo y está siempre de buen humor y es un prodigio de sentido común y sabe judo de pe a pa y es capaz de lanzar a un camionero por encima del hombro sin saltarse más de una frase del editorial de la Saturday Review. Y la rubia pálida, muy pálida, con algún tipo de anemia que no es mortal pero sí incurable. Muy lánguida y enigmática y habla con una voz muy dulce y sin origen conocido y no le puedes poner un dedo encima porque en primer lugar no te apetece y en segundo lugar está leyendo La Tierra Baldía o Dante en el original, o Kafka o Kierdegaard o estudia provenzal. Es una apasionada de la música y cuando la Filarmónica de Nueva York toca a Hindemith sabe decirte cuál de las seis violas ha entrado un cuarto de compás tarde. Creo que Toscanini también. Ya son dos.

Y finalmente está la espléndida joya que sobrevive a tres jefes de la mafia y luego se casa con un par de ricachones a millón por cabeza y termina con una villa de color rosa pálido en Cap d'Antibes, un alfa romeo con piloto y copiloto, y una cuadra de gastados aristócratas a los que trata con la distraída condescendencia con que un duque ya entrado en años da las buenas noches al mayordomo.
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De El Largo Adiós, 1953.
(Trad. José Luis López Muñoz)

sábado, 4 de marzo de 2006

VINICIUS DE MORAES. O ANJO DE PERNAS TORTAS


O ANJO DE PERNAS TORTAS

A um passe de Didi, Garrincha avança
Colado o couro aos pés, o olhar atento
Dribla um, dribla dois, depois descansa
Como a medir o lance do momento.

Vem-lhe o pressentimento; ele se lança
Mais rápido que o próprio pensamento,
Dribla mais um, mais dois; a bola trança
Feliz, entre seus pés – um pé de vento!

Num só transporte, a multidão contrita
Em ato de morte se levanta e grita
Seu uníssono canto de esperança.

Garrincha, o anjo, escuta e atende: Gooooool!
É pura imagem: um G que chuta um O
Dentro da meta, um L. É pura dança!

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EL ÁNGEL DE LAS PIERNAS TUERTAS


A un pase de Didí, Garrincha avanza
con el cuero a los pies, el ojo atento,
dribla una vez, y dos, luego descansa
cual si midiera el riesgo del momento.

Tiene el presentimiento, y va y se lanza
más rápido que el propio pensamiento,
dribla dos veces más, la bola danza
feliz entre sus pies, ¡los pies del viento!

En éxtasis, la multitud contrita,
en un acto de muerte se alza y grita
en unísono canto de esperanza.

Garrincha, el ángel, oye y asiente: ¡goooool!
Es pura imagen: la G chuta la O
dentro del arco, la L. ¡Es pura danza!".

(Trad. Ricardo Bada)

viernes, 3 de marzo de 2006

BERNARDO ATXAGA. EL ERIZO


EL ERIZO

El erizo despierta al fin en su nido de hojas secas,
y acuden a su memoria todas las palabras de su lengua,
que, contando los verbos, son poco más o menos
veintisiete.

Luego piensa: El invierno ha terminado,
Soy un erizo, Dos águilas vuelan sobre mí;
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?
Ahí está el río, Es mi territorio, Tengo hambre.

Y vuelve a pensar: Es mi territorio, Tengo hambre,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?

Sin embargo, permanece quieto, como una hoja seca más,
porque aún es mediodía, y una antigua ley
le prohíbe las águilas, el sol y los cielos azules.

Pero anochece, desaparecen las águilas, y el erizo,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
Desecha el río y sube por la falda de la montaña,
tan seguro de sus púas como pudo estarlo
un guerrero de su escudo, en Esparta o en Corinto;

Y de pronto atraviesa el límite, la línea
que separa la tierra y la hierba de la nueva carretera,
de un solo paso entra en su tiempo y el mío;
Y como su diccionario universal
no ha sido corregido ni aumentado
en estos últimos siete mil años,
no reconoce las luces de nuestro automóvil,
y ni siquiera se da cuenta de que va a morir.
——————————
De Poemas & Híbridos, 1997.

jueves, 2 de marzo de 2006

JUAN EDUARDO CIRLOT. MOMENTO


MOMENTO

Mi cuerpo se pasea por una habitación llena de libros y de
espadas y con dos cruces góticas;
sobre mi mesa están Art of the European Iron Age y The Age of Plantagenets and Valois, aparte de un resumen de la
Ars Magna de Lulio.

Las fotografías de Bronwyn están en sus carpetas, como
tantas otras cosas que guardo (versos, ideas, citas, fotos).

Si ahora fuera a morir, en esta tarde (son las 6) de finales
de mayo de 1971, y lo supiera de antemano,
no me conmovería mucho, ni siquiera a causa del poema
"La Quête de Bronwyn" que está en imprenta.

En rigor, no creo en la "otra vida", ni en la reencarnación,
ni tengo la dicha (menos aún) de creer
que se puede renacer hacia atrás, por ejemplo, en el siglo XI.

Sé que me espera la nada, y como la nada es
inexperimentable, me espera algo no sé dónde ni cómo,
posiblemente ser en cualquier existente como ahora soy en
Juan-Eduardo Cirlot.

Mi cuerpo me estorbaría y desearía la muerte —ah, cómo
la desearía!— si pudiera
creer en que el alma es algo en sí que se puede alejar
e ir hacia los bosques estelares donde el triángulo invertido
de los ojos y la boca de Rosemary Forsyth
me lanzaría de nuevo a la tierra de los hombres, porque en
esta vida no he sabido o no he podido
trascender la condición humana, y el amor ha sido mi
elemento,
aunque fuese un amor hecho de nada, para nada y
donde nunca.

Estoy oyendo Khamma de Debussy, que, sin ser uno de mis
músicos favoritos (éstos son Scriabin, Schönberg y otros)
no deja de ayudarme cuando estoy triste, que es casi
siempre.

Mi tristeza proviene de que me acuerdo demasiado de
Roma y de mis campañas con Lúculo, Pompeyo o Sila,
y de que recuerdo también el brillo dorado de mis mallas
doradas en los tiempos románicos,
y proviene de que nunca pude encontrar a Bronwyn
cuando, entonces, en el siglo XI,
regresé de la capital de Brabante y fui a Frisia en su busca.
Pero, pensándolo bien, mi tristeza es anterior a todo esto,
pues cuando fui en Egipto vendedor de caballos,
ya era un hombre conocido por "el triste".

Y es que el ángel, en mí, siempre está a punto de rasgar el
velo del cuerpo,
y el ángel que no se rebeló y luchó contra Lucifer, pero
más tarde
cedió a las hijas de los hombres y se hizo hombre,
ese ángel es el peor de los dragones.
——————————
De la revista Árbol de fuego, Caracas, Nº 43, octubre de 1971.