miércoles, 30 de agosto de 2006

CONVOCATORIA

Viernes, 1 de septiembre, 21:00 horas.
El Cantábrico, C/Muelle de Oriente 4, Gijón.


Se inicia la temporada 2006-2007 de Fútbol de Poetas. Partido nada amistoso justmarried. Se ha entrenado duro a lo largo del verano. Se jugará sin contemplaciones. Dependiendo de la exaltación del lúpulo y del resultado final del encuentro, se valorará un partido nada literario para el sábado por la mañana. Que la fuerza nos acompañe.

martes, 29 de agosto de 2006

JORGE LUIS BORGES. EL ESPEJO Y LA MÁSCARA


EL ESPEJO Y LA MÁSCARA

Librada la batalla de Clontarf, en la que fue humillado el noruego, el Alto Rey habló con el poeta y le dijo:
—Las proezas más claras pierden su lustre si no se las amoneda en palabras. Quiero que cantes mi victoria y mi loa. Yo seré Eneas; tú serás mi Virgilio. ¿Te crees capaz de acometer esa empresa, que nos hará inmortales a los dos?
—Sí, Rey —dijo el poeta—. Yo soy el Ollan. Durante doce inviernos he cursado las disciplinas de la métrica. Sé de memoria las trescientas sesenta fábulas que son la base de la verdadera poesía. Los ciclos de Ulster y de Munster están en las cuerdas de mi arpa. Las leyes me autorizan a prodigar las voces más arcaicas del idioma y las más complejas metáforas. Domino la escritura secreta que defiende nuestro arte del indiscreto examen del vulgo. Puedo celebrar los amores, los abigeatos, las navegaciones, las guerras. Conozco los linajes mitológicos de todas las casas reales de Irlanda. Poseo las virtudes de las hierbas, la astrología judiciaria, las matemáticas y el derecho canónico. He derrotado en público certamen a mis rivales. Me he adiestrado en la sátira, que causa enfermedades de la piel, incluso la lepra. Sé manejar la espada, como lo probé en tu batalla. Sólo una cosa ignoro: la de agradecer el don que me haces.
El Rey, a quien lo fatigaban fácilmente los discursos largos y ajenos, le dijo con alivio:
—Sé harto bien esas cosas. Acaban de decirme que el ruiseñor ya cantó en Inglaterra. Cuando pasen las lluvias y las nieves, cuando regrese el ruiseñor de sus tierras del Sur, recitarás tu loa ante la corte y ante el Colegio de Poetas. Te dejo un año entero. Limarás cada letra y cada palabra. La recompensa, ya lo sabes, no será indigna de mi real costumbre ni de tus inspiradas vigilias.
—Rey, la mejor recompensa es ver tu rostro —dijo el poeta, que era también un cortesano.
Hizo sus reverencias y se fue, ya entreviendo algún verso.
Cumplido el plazo, que fue de epidemias y rebeliones, presentó el panegírico. Lo declamó con lenta seguridad, sin una ojeada al manuscrito. El Rey lo iba aprobando con la cabeza. Todos imitaban su gesto, hasta los que agolpados en las puertas, no descifraban una palabra. Al fin el Rey habló.
—Acepto tu labor. Es otra victoria. Has atribuido a cada vocablo su genuina acepción ya cada nombre sustantivo el epíteto que le dieron los primeros poetas. No hay en toda la loa una sola imagen que no hayan usado los clásicos. La guerra es el hermoso tejido de hombres y el agua de la espada es la sangre. El mar tiene su dios y las nubes predicen el porvenir. Has manejado con destreza la rima, la aliteración, la asonancia, las cantidades, los artificios de la docta retórica, la sabia alteración de los metros. Si se perdiera toda la literatura de Irlanda —omen absit— podría reconstruirse sin pérdida con tu clásica oda. Treinta escribas la van a transcribir dos veces.
Hubo un silencio y prosiguió.
—Todo está bien y sin embargo nada ha pasado. En los pulsos no corre más a prisa la sangre. Las manos no han buscado los arcos. Nadie ha palidecido. Nadie profirió un grito de batalla, nadie opuso el pecho a los vikings. Dentro del término de un año aplaudiremos otra loa, poeta. Como signo de nuestra aprobación, toma este espejo que es de plata.
—Doy gracias y comprendo —dijo el poeta.
Las estrellas del cielo retornaron su claro derrotero. Otra vez cantó el ruiseñor en las selvas sajonas y el poeta retornó Con su códice, menos largo que el anterior. No lo repitió de memoria; lo leyó Con visible inseguridad, omitiendo ciertos pasajes, Como si él mismo no los entendiera del todo o no quisiera profanarlos. La página era extraña. No era una descripción de la batalla, era la batalla. En su desorden bélico se agitaban el Dios que es Tres y es Uno, los númenes paganos de Irlanda y los que guerrearían, centenares de años después, en el principio de la Edad Mayor. La forma no era menos curiosa. Un sustantivo singular podía regir un verbo plural. Las preposiciones eran ajenas a las normas comunes. La aspereza alternaba con la dulzura. Las metáforas eran arbitrarias o así lo parecían.
El Rey cambió unas pocas palabras con los hombres de letras que lo rodeaban y habló de esta manera:
—De tu primera loa pude afirmar que era un feliz resumen de cuanto se ha cantado en Irlanda. Ésta supera todo lo anterior y también lo aniquila. Suspende, maravilla y deslumbra. No la merecerán los ignaros, pero sí los doctos, los menos. Un cofre de marfil será la custodia del único ejemplar. De la pluma que ha producido obra tan eminente podemos esperar todavía una obra más alta.
Agregó con una sonrisa:
—Somos figuras de una fábula y es justo recordar que en las fábulas prima el número tres.
El poeta se atrevió a murmurar:
—Los tres dones del hechicero, las tríadas y la indudable Trinidad.
El Rey prosiguió:
—Como prenda de nuestra aprobación, toma esta máscara de oro.
—Doy gracias y he entendido —dijo el poeta.
El aniversario volvió. Los centinelas del palacio advirtieron que el poeta no traía un manuscrito. No sin estupor el Rey lo miró; casi era otro. Algo, que no era el tiempo, había surcado y transformado sus rasgos. Los ojos parecían mirar muy lejos o haber quedado ciegos. El poeta le rogó que hablara unas palabras con él. Los esclavos despejaron la cámara.
—¿No has ejecutado la oda? —preguntó el Rey.
—Sí —dijo tristemente el poeta—. Ojalá Cristo Nuestro Señor me lo hubiera prohibido.
—¿Puedes repetirla?
—No me atrevo.
—Yo te doy el valor que te hace falta —declaró el Rey.
El poeta dijo el poema. Era una sola línea. Sin animarse a pronunciarla en voz alta, el poeta y su Rey la paladearon, como si fuera una plegaria secreta o una blasfemia. El Rey no estaba menos maravillado y menos maltrecho que el otro. Ambos se miraron, muy pálidos.
—En los años de mi juventud —dijo el Rey— navegué hacia el ocaso. En una isla vi lebreles de plata que daban muerte a jabalíes de oro. En otra nos alimentamos con la fragancia de las manzanas mágicas. En otra vi murallas de fuego. En la más lejana de todas un río abovedado y pendiente surcaba el cielo y por sus aguas iban peces y barcos. Éstas son maravillas, pero no se comparan con tu poema, que de algún modo las encierra. ¿Qué hechicería te lo dio?
—En el alba —dijo el poeta— me recordé diciendo unas palabras que al principio no comprendí. Esas palabras son un poema. Sentí que había cometido un pecado, quizá el que no perdona el Espíritu.
—El que ahora compartimos los dos —el Rey musitó—. El de haber conocido la Belleza, que es un don vedado a los hombres. Ahora nos toca expiarlo. Te di un espejo y una máscara de oro; he aquí el tercer regalo que será el último.
Le puso en la diestra una daga. Del poeta sabemos que se dio muerte al salir del palacio; del Rey, que es un mendigo que recorre los caminos de Irlanda, que fue su reino, y que no ha repetido nunca el poema.
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De El libro de Arena, 1975.

jueves, 24 de agosto de 2006

YANNIS RITSOS. EL LOCO


EL LOCO

El carro parado frente al mar
cargado con seis barriles de hierro rojos
y otro, sorprendente, verde. El caballo
pastaba en el valle. El carretero
bebía en la taberna. El loco de la isla
se detuvo en el malecón y gritó:
"Con este verde os ganaré"
Y señaló el séptimo barril, sin saber siquiera
qué contenía o de quién era.
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De Paréntesis, Testimonios I, Barcelona, Icaria Poesía, 2005.
(Trad. Román Bermejo)

FÉLIX DE AZÚA. LA LECTURA ES COMO EL ESTIERCOL


LA LECTURA ES COMO EL ESTIERCOL

La lectura es como el estiércol, sólo excita un crecimiento ya de por sí vivo y autónomo. Aumentando la cantidad de fertilizante puede incrementarse la producción natural hasta cierto punto, si son cantidades DISCRETAS; pero el exceso quema los brotes y asfixia la libre circulación de minerales. Un aumento de abono a partir del punto crítico significa el arrasamiento. Hay frecuentes casos de cerebros, como el de Unamuno, convertidos en eriales por su imprudente optimismo sobre la cantidad de fertilizante que creyeron poder soportar.
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De Diario de un Hombre Humillado, 1987.

miércoles, 23 de agosto de 2006

PERE GIMFERRER. NAUFRAGI


NAUFRAGI

Amb els anys, el reixat de l'escriptura
esdevé una liana: s'estrangulen,
tots escapçats, el mots a la casella,
com l'eriçó, que té la pell de ferro,
com la forja del ventre de la nit,
i jo sóc aquests mots: la mascareta
de tinta blava, el galió cremat.

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NAUFRAGIO

Reja de la escritura: con los años
se convierte en liana: se estrangulan,
decapitadas, todas las palabras,
como el erizo de la piel de hierro
y la forja del vientre de la noche.
Yo soy estas palabras: mascarilla
de tinta azul, el galeón en llamas.
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De El diamante en el agua, Barcelona, Cuadernos del Bronce, 2002.
(Trad. Justo Navarro)

martes, 15 de agosto de 2006

GEORG TRAKL. MELANCOLÍA


MELANCOLÍA

El fin del mundo alienta por la tarde.
Barracas en fuga por pardos jardines desastrados.
Acrobatizan motas luminosas
alrededor del estiércol quemado.

Dos dormilones tumbonean hacia casa
grises y vagas formas vacilantes.
Por el prado reseco corre un niño
jugando con los ojos negros, suaves.

Oro gotea de los matorrales
turbio y ajado. Un anciano gira
tristemente en el viento. Ya anochece
sobre mi cabeza; Saturno vuelve.

a conducir su carro en el silencio
—el curso de su mísero destino—.
Árbol, perro retroceden tras sí
vacila negro el cielo del buen Dios.

Un pececillo desciende veloz
arroyo abajo, silencioso roza
la mano del amigo muerto, alisa
amorosa los astros y las ropas.
La luz despierta en estancias las sombras.
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De Poemas 1906-1914, Barcelona, Icaria Poesía, 2003.
(Trad. José Miguel Mínguez)

lunes, 14 de agosto de 2006

FÚTBOL DE POETAS. DE CORTO


A MATRIMONIAR

Hace una semana y poco los dos futboleros de la foto metían —o continuaban metiendo— el gol de su vida. El primero de una serie de ellos, los siguientes serán una serie de remates y penaltis con niños/as con ojos verdes, expertos en música infantil indie. El poema de Gioconda Belli va por ellos. Felicidades:

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GIOCONDA BELLI


DIME

Dime que no me conformarás nunca,
ni me darás la felicidad de la resignación,
sino la felicidad que duele de los elegidos,
los que pueden abarcar el mar y el cielo con sus ojos
y llevar el Universo dentro de sus cuerpos.
Y yo te vestiré con lodo y te daré a comer tierra
para que conozcas el sabor de vientre del mundo.
Escribiré sobre tu cuerpo la letra de mis poemas
para que sientas en ti el dolor del alumbramiento.
Te vendrás conmigo: haremos un rito del amor
y una explosión de cada uno de nuestros actos.
No habrán paredes que nos acorralen,
ni techo sobre nuestras cabezas.
Olvidaremos la palabra
y tendremos nuestra propia manera de entendernos;
ni los días, ni las horas podrán atraparnos
porque estaremos escondidos del tiempo en la niebla.
Crecerán las ciudades,
se extenderá la humanidad invadiéndolo todo;
nosotros dos seremos eternos,
porque siempre habrá un lugar del mundo que nos cubra
y un pedazo de tierra que nos alimente.

martes, 1 de agosto de 2006

FELIPE BENÍTEZ REYES. LA DESCONOCIDA


LA DESCONOCIDA

En aquel tren, camino de Lisboa,
en el asiento contiguo, sin hablarte
—luego me arrepentí.
En Málaga, en un antro con luces
del color del crepúsculo, y los dos muy fumados,
y tú no me miraste.
De nuevo en aquel bar de Malasaña,
vestida de blanco, diosa de no sé
qué vicio o qué virtud.
En Sevilla, fascinado por tus ojos celestes
y tu melena negra, apoyada en la barra
de aquel sitio siniestro,
mirando fijamente —estarías bebida— el fondo de tu copa.
En Granada tus ojos eran grises
y me pediste fuego, y ya no te vi más,
y te estuve buscando.
O a la entrada del cine, en no sé dónde,
rodeada de gente que reía.
Y otra vez en Madrid, muy de noche,
cada cual esperando que pasase algún taxi
sin dirigirte incluso
ni una frase cortés, un inocente comentario...
En Córdoba, camino del hotel, cuando me preguntaste
por no sé qué lugar en yo no sé qué idioma,
y vi que te alejabas, y maldije la vida.
Innumerables veces, también,
en la imaginación, donde caminas
a veces junto a mí, sin saber qué decirnos.
Y sí, de pronto en algún bar
o llamando a mi puerta, confundida de piso,
apareces fugaz y cada vez distinta,
camino de tus mundos, donde yo no podré
tener memoria.
——————————
De Los Vanos Mundos, 1985.