ESTUDIO DE LOS HÁBITOS DE LECTURA
Cuando meter la nariz en un libro
me curaba de casi todo menos de la escuela,
valía la pena destrozarme la vista
y saber que podía hacerme el chulo
y soltarles el clásico gancho de derecha
a unos tipejos asquerosos que me doblaban en tamaño.
Luego, ya con gafas de culo de vaso,
me dedicaba a hacer de malo:
yo, mi capa, y mis colmillos
nos lo pasamos bomba en la oscuridad.
¡A cuántas mujeres aporreé con mi sexo!
Las destrozaba que parecían merengues.
Ahora ya no leo mucho: el tipo
que decepciona a la chica antes
de que llegue el héroe, el cagueta
que se queda al frente de la tienda,
me resultan demasiado familiares. Dale al frasco:
los libros son un montón de mierda.
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De
Las bodas de Pentecostés,
1964.
Pese a que la traducción no me da del todo buena pinta...
ResponderEliminarMente preclara.
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