miércoles, 26 de diciembre de 2007

LAWRENCE FERLINGHETTI. THE LEAVES DANCED TO MOZART


THE LEAVES DANCED TO MOZART

The leaves danced to Mozart
above the world's static

It was an art they could understand

It was as if
some god were listening
through them
and dancing with them
ecstatic
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From A Far Rockaway of the Heart, 1997.

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LAS HOJAS BAILARON AL COMPÁS DE MOZART

Las hojas bailaron al compás de Mozart
por encima de la estática del mundo

Era un arte que podían comprender

Era como si
algún dios estuviera escuchando
a través de ellas
y bailando con ellas
extático
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De A Far Rockaway of the Heart, 1997.
(Trad. Esteban Moore)

jueves, 13 de diciembre de 2007

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS. EXTINCIÓN


EXTINCIÓN

Escribo pan y muerdo la palabra.
Las consonantes hieren igual que una cuchilla
que recorriera lentamente el velo
del paladar trazando su camino.
Poco a poco recojo las migajas.
Muchas astillas hacen buenos troncos.

Es un secreto, guárdalo.

La cruz del sur está pegada al cielo
de mi boca hace tiempo.

Es un secreto y sangra.

Escribo la palabra
alcohol y trago
para cerrar la herida.
Escribo sangre y borro las palabras
para sanar del todo.

Al norte, en mi cabeza, se declara un incendio.
No puedo controlarlo, avanza solo.

Pronuncio pez y me quedo en silencio.
(Un ladrido lo quiebra como una porcelana.
Luego un trueno. Se acerca una tormenta).
Escribo pez y perro.

Pronuncio pez pero escribo cuchillo.

Lo he dicho, este secreto
nunca dice su nombre.
Y corta. Escribo lluvia
para apagar el fuego
que convierte en cenizas casi instantáneamente
la estéril soledad de todo lo que digo.
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De Frágil, 2002.

domingo, 9 de diciembre de 2007

MARTÍN JULIO FERRERO ÁLVAREZ. LOS AÑOS MÁGICOS


LOS AÑOS MÁGICOS

Recuerdo y recordaré siempre, los años de mi adolescencia como los años mágicos. No es que me separen de ellos mucho tiempo, pero en tan breve tiempo ha cambiado tanto el mundo, y tan bruscamente mi vida, que aunque escasos por gruesos, la distancia me vuelve insalvables, más que por venturosos intente recuperarlos.

Eran los años mágicos, en que el Sporting guiado por el “brujo” humillaba al Torino, al Barcelona y a quien falta hiciese, ¡home no!, los años en que la democracia anhelada, despejaba los últimos fantasmas y destilaba los primeros atisbos del desencanto, días de B.U.P., de tabaco escondido en el ascensor, de descubrimientos cotidianos, de amores soñados, de amistades eternas.

Aquellos años aún con tanto no hubiesen sido mágicos para mí, de no haber conocido al P. Granda, al Cura. Ya de retirada el gran oso se refugiaba en su cueva donde guardaba recuerdos de setenta años. Osera por la que nadie de mi pandilla aventuraba a acercarse temiendo ignorados zarpazos. No recuerdo cómo pero lo cierto es que algún domingo tras ver ganar al Sporting conversé con el viejo oso y nunca más pude, prescindí de su charla, ni regí de su compañía, ni dejé de hacerle trampas al subastado.

Durante aquellos años me instruí en lealtad para con los demás y para conmigo mismo, me licencié en solidaridad, en preocupación social, me inicié en la Fe y en la oración, aprendí lo que es un ideal auténtico, real, sin concesiones a la tibieza. Mi honor, afán de lucha, ante la incomprensión general, cómo se trabaja sin esperar resultados, sólo porque ha de hacerse. Vía al final a un hombre viejo en el ocaso de su vida irse sin despedirse para no molestar; pues como decía “yo soy Jesuita y eso implica obediencia, a ver si lo entienden esos que quieren que me quede”.

Soy charrán locuaz, pero hablando del P. Granda, del Cura, no encuentro verbos ni adjetivos, pues él fue quien me dio los años auténticos de mi vida, los más turbadores y plenos, los únicos años mágicos de mi vida.
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De Revista El Mirador, Vanguardia Social Astur, nº 3, Número especial tercer aniversario de la muerte del Padre Granda, Abril 1990.

viernes, 7 de diciembre de 2007

EDUARDO GARCÍA. AL FONDO DE LA ESCENA


AL FONDO DE LA ESCENA

He cruzado el umbral. Estoy en casa.
Después del frío, el viento y los veranos
he venido. Saludo a los objetos
con un suspiro grave y respetuoso.
La sala decorada con flores que parecen
desplomarse carnívoras sobre los comensales.
He ocupado mi silla. Alguien comenta
el precio escaso de la vida humana
en un país remoto y las noticias
dejan caer promesas de un futuro
que merezca la pena. La mujer
me sirve una sonrisa.
El hombre habla con ella como quien acaricia
un sueño que se hiciera cotidiano.
Bajo el mantel los niños se pelean.
La sal. El pan. La mesa como siempre:
cada cual en su sitio, absorto en la tarea
de ser el personaje que la trama
dispone.

Así, ya ves, somos felices.
Ignoramos que un día la ausencia de la madre,
esa silla vacía, inconcebible,
hará que el niño aquel —al fondo de la escena—
escriba estas palabras.
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De No se Trata de un Juego, 1998.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

BILLY COLLINS. THE TROUBLE WITH POETRY


THE TROUBLE WITH POETRY

The trouble with poetry, I realized
as I walked along a beach one night—
cold Florida sand under my bare feet,
a show of stars in the sky—
the trouble with poetry is
that it encourages the writing of more poetry,
more guppies crowding the fish tank,
more baby rabbits
hopping out of their mothers into the dewy grass.

And how will it ever end?
unless the day finally arrives
when we have compared everything in the world
to everything else in the world,

and there is nothing left to do
but quietly close our notebooks
and sit with our hands folded on our desks.

Poetry fills me with joy
and I rise like a feather in the wind.
Poetry fills me with sorrow
and I sink like a chain flung from a bridge.

But mostly poetry fills me
with the urge to write poetry,
to sit in the dark and wait for a little flame
to appear at the tip of my pencil.

And along with that, the longing to steal,
to break into the poems of others
with a flashlight and a ski mask.

And what an unmerry band of thieves we are,
cut-purses, common shoplifters,
I thought to myself
as a cold wave swirled around my feet
and the lighthouse moved its megaphone over the sea,
which is an image I stole directly
from Lawrence Ferlinghetti—
to be perfectly honest for a moment—

the bicycling poet of San Francisco
whose little amusement park of a book
I carried in a side pocket of my uniform
up and down the treacherous halls of high school.
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From The Trouble with Poetry and Other Poems, 2005.

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LO MALO DE LA POESÍA

Lo malo de la poesía, me di cuenta—
mientras caminaba por una playa una noche
la fría arena de Florida bajo mis pies desnudos,
un espectáculo de estrellas en el cielo—
lo malo de la poesía es
que anima a escribir más poesía,
más pececillos que atestan la pecera,
más conejillos
saltando de sus madres a la hierba cubierta de rocío.

¿Y cómo acabará algún día?
a menos que al final llegue el día
en el que hayamos comparado todas las cosas del mundo
con el resto del mundo,

y no quede otra cosa que hacer
sino cerrar silenciosamente nuestros cuadernos
y sentarnos con las manos cruzadas en la mesa.

La poesía me colma de alegría
y me elevo como pluma al viento.
La poesía me inunda de pesar
y me hundo como una cadena lanzada desde un puente.

Pero principalmente la poesía me inunda
con ganas de escribir poesía,
de sentarme en la oscuridad y esperar a que una pequeña llama
aparezca en la punta del lápiz.

Y junto a eso, el anhelo por robar,
irrumpir en los poemas de otros
con una linterna y un pasamontañas.

Y vaya panda de delincuentes infelices que somos,
carteristas, ladrones comunes de tiendas,
pensé para mí
mientras una fría ola se rizaba en mis pies
y el faro peinaba el mar con su megáfono de luz,
que es una imagen que robé directamente
de Lawrence Ferlinghetti—
para ser totalmente sincero por un momento—

el poeta ciclista de San Francisco
cuyo pequeño parque de atracciones en forma de libro
llevaba en un bolsillo lateral de mi uniforme
subiendo y bajando los procelosos pasillos del instituto.
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De Lo malo de la poesía y otros poemas, 2005.
(Trad. Juan José Almagro Iglesias)

CRÓNICA

Viernes, 30 de noviembre, 21:00 horas.
El Cantábrico, C/Muelle de Oriente 4, Gijón.


JUGADORES

Collins, Billy. Lo malo de la poesía y otros poemas, Madrid, Bartleby, 2007.
Hikmet, Nazim. Antología, Madrid, Visor, 2005.
Jiménez, Juan Ramón. La estación total con las canciones de la nueva luz (1923-1936), Madrid, Visor, 2006.
Muñoz Seca, Pedro. La venganza de Don Mendo, Madrid, Cátedra, 2006.
Parra, Nicanor. Chistes para desorientar a la poesía, Madrid, Visor, 1989.
Tavares, Gonçalo M. El Señor Brecht, Madrid, Mondadori, 2007.

CRÓNICA

Pese a lo precipitado de la convocatoria, se presentaron en el campo seis contendientes cargados de ilusión por romper la sequía goleadora. Fue ese número ligeramente inferior al de los partidos más esperados el que hizo que el juego resultara inusualmente ligero. FUTRECALIENTA, desde la cabecera del mármol, templado, con la concentración de quien conoce el oficio y no se aviene a pastelear un empate aunque juegue fuera de casa, espoleaba a don Nicanor desde los primeros lances: intensidad en el corte, economía en el adorno, precisión en el pase... en una palabra, clasicismo. Lo mejor de la noche salió de sus botas. Empieza a ser preocupante el bajo estado de forma de un PAPERMAN que consume la parte del león de su energía en el efecto teatral de sus jugadores. Cansado de ver cómo don Mendo encallaba por falta de visión de juego, optó por saltarse el trámite de lectura y pasar a la modalidad de recital, no sabemos si para promocionarlo o para terminar de hundirlo. Desmoralizado, terminó pidiendo la hora y otra ronda de cerveza. ARTEMIO RULÁN Y SANDERS fueron ejemplo de desorientación. Quedó claro desde el pitido inicial que el partido no estaba para la imaginería del fogonazo ni el tropo relámpago; que si alguien quería la victoria tendría que ponerse el mono de trabajo y pelearla palmo a palmo. Pues bien, cuando la prudencia dictaba una retirada táctica como la que ejecutaba SANDERS en las piernas del señor Tavares, ARTEMIO RULÁN, no sabemos si por compromiso o por contumacia, mantuvo en combate a Nazim Hikmet hasta el final, y recogió armas con visible resquemor por la brevedad del descuento. Todo un carácter. Fieles a sus respectivos estilos estuvieron IGNATIUM y CHESIRE. El hecho de que se viesen recompensados con las mieles del gol no puede escamotear la realidad de que su propuesta de juego está tácticamente agotada. CHESIRE apostó por un Billy Collins, que se desenvolvió aseadamente por el campo aunque sólo fuera para desvelar que conocía el terreno que pisaba. IGNATIUM lidió con Juan Ramón. Aceptable de no ser porque se suma a la ya larga nómina de poetas abrumados por el combate de esencias y formas en el vientre moldeador de la luz con que IGNATIUM tiende a castigar a los contrarios arrastrándolos a las vecindades de la logomaquia. Un poquito de por favó!!! Capítulo aparte merece el público. La aportación de CHARLY empieza a ser impagable. ¡Qué titán de la dialéctica! Lo mismo disputa con INMA sobre el grado de flaccidez que es soportable al estrechar una mano o prestar una mejilla al beso, que ejerce de espontáneo e interrumpe el partido con una descacharrante invectiva contra el verso libre que en ningún momento es sembrado para la mies del dogmatismo: que cuando CHARLY dice “que no tenéis ni puta idea” no está queriendo decir exactamente que los interpelados carezcan de ideas sobre el asunto en discusión o las tengan erradas. JUANCHO y TIMONENKO como siempre dispersos. Arrancaron con entusiasmo en el feudo de la gran Filosofía, enfrentando a los conceptos de serenidad y felicidad, para dejar el aurea mediocritas huérfano de argumentos cuando apareció Shakira en pantalla. A partir de ahí todo se volvió muy confuso. Creo que alguien dijo que no estaba buena; creo que alguien contestó “¡No, las que tú te follas están más buenas!” Pero eso ya es otra historia.

martes, 4 de diciembre de 2007

WOODY ALLEN. PURA ANARQUÍA


PURA ANARQUÍA

El viernes desperté y, como el universo está en expansión, tardé más de la habitual en encontrar mi bata. Por ese motivo salí con retraso para ir al trabajo, y como el concepto de arriba y abajo es relativo, el ascensor en el que entré subió a la azotea, donde fue muy difícil parar un taxi. No olvidemos que un hombre que viajara en un cohete casi a la velocidad de la luz sin duda habría podido llegar a tiempo al trabajo, o quizás incluso un poco antes, y sin duda mejor vestido. Cuando por fin llegué a la oficina y fui hacia mi jefe, el señor Muchnik, para explicar la demora, mi masa aumentó conforme aceleraba para acercarme a él, lo que él interpretó como señal de insubordinación. Tras cruzar unas palabras enconadas, me aseguró que me descontaría ese tiempo del sueldo, que, en comparación con la velocidad de la luz, es de todos modos muy pequeño. La verdad es que si tomamos como referencia la cantidad de átomos de la galaxia Andrómeda, en realidad gano poquísimo. Intenté decírselo al señor Muchnik, quien me contestó que yo pasaba por alto que el tiempo y el espacio eran la misma cosa. Y juró que si esa situación cambiaba, me concedería un aumento. Señalé que si tenemos en cuenta que el tiempo y el espacio son una misma cosa, y que se tarda tres horas en hacer algo que resulta tener menos de quince centímetros de longitud, ese algo no puede venderse por más de cinco dólares. Lo bueno de que el espacio sea lo mismo que el tiempo es que, si viajas a los confines del universo y el trayecto dura tres mil años terrestres, cuando vuelvas tus amigos habrán muerto, pero no necesitarás Botox.
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De Pura anarquía, 2007.