martes, 25 de septiembre de 2007

BORIS VIAN. LA NEBLINA, LAS HORMIGAS


LA NEBLINA, LAS HORMIGAS

El director del asilo miró como se marchaba André. Éste andaba con los codos pegados al cuerpo y la cabeza doblada en ángulo recto hacia atrás.

"Está completamente curado", pensó el director.

Tres meses antes, cuando se lo trajeron, aquel tranquilo pensionista no podía desplazarse más que con los brazos separados, mirándose el ombligo y haciendo con la boca una especie de zumbido de abejorro.

"Notable caso", añadió para sí mismo el director. Sacó su paquete de cigarrillos, se metió uno en la oreja, empezó a masticar la cerilla dando saltitos de un pie al otro, y finalmente regresó a gatas a su despacho.

André recorrió doscientos metros y, sintiéndose fatigado, separó los brazos del cuerpo y, a continuación, con la cabeza inclinada hacia delante, hinchó de aire los carrillos y volvió a ponerse en marcha haciendo "Bzzzzzzz...".
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De La neblina, las hormigas, 1949.
(Trad. José Benito Alique)

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