domingo, 18 de septiembre de 2022

CRÓNICA

Sábado, 10 de septiembre, 20:00 horas.
El Cantábrico, C/Muelle de Oriente 4, Gijón.

Por ignatium


PIEDAD BONNETT
POESÍA REUNIDA [1]

LOS VIEJOS

En la quietud de los muelles al atardecer,
en infinitas habitaciones donde el sol es una serpiente clandestina,
en bancos que blanquean la noche de los parques,
duermen su eterno insomnio
buscando un rostro suyo que olvidaron,
tanteando el porvenir,
siempre a la espera.

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APELACIÓN

Muerte, vieja fisgona, solapada alcahueta,
descarada inquilina de cuerpos aún calientes,
militante secreta de la nada,
boca oscura que a todos nos devoras
y a todos nos trituras
y a todos nos escupes convertidos en polvo:
ya te estoy esperando,
ya vi tu ojo de sangre sonreírme
y me escupió tu rancio aliento el rostro.
Por ti este sol que hace nacer las sombras duele tanto
y el día se hace breve como un gesto;
hace ya muchos días que por dentro te llevo,
que por mi te derramas como un cáncer espeso.
Aquí estoy, dócil presa a tu avidez rendida:
arráncame los ojos con tu mano enlodada,
prívame de la herida de la tarde,
del oso embravecido que pinta aquella nube,
de la mancha escarlata del envés de esta hoja.
Devórame la piel,
niégame el humo
que al borde de la noche huele a infancia.
Rompe todas las cuerdas, destruye los violines,
gangrena las gargantas de los pájaros.
Destroza mi estructura hueso a hueso,
conviérteme en arena, en polvo, en nada,
pero déjame, virgen asesina,
la inocente ilusión de la palabra.

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TIEMPO

Cada vez más lejano lo lejano.
El hoy
es un colibrí trémulo en el aire
y el aire es la materia del mañana.
Ayer, ayer me estoy buscando y me extravío
por cuartos en penumbra y corredores
donde hace siesta el sol en los geranios.
Ayer estoy de vuelta y esculcando
en los rincones todos de mis días
a ver si estoy allí, qué cara tengo
sentada en la cocina, junto al fuego,
pero sólo me mira una niñita
comiéndose su pan. En el patio empedrado
el tiempo ha muerto antes de haber nacido.
El hoy
es un colibrí trémulo en el aire
y el aire es la materia del mañana.

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DE VIAJE

A María Mercedes Pérez

Es como si doliera la mirada perpleja de los viejos.
Como si nos turbaran sus gestos temblorosos al buscar la escalera,
sus caras de evadidos,
su aturdido aferrarse al pasamanos,
y el aire pesaroso con que arrastran
sus pies en la estación de pasajeros.

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BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE CON MIEDO

Mi padre tuvo pronto miedo de haber nacido.
Pero pronto también
le recordaron los deberes de un hombre
y le enseñaron
a rezar, a ahorrar, a trabajar.
Así que pronto fue mi padre un hombre bueno.
(«Un hombre de verdad», diría mi abuelo).
No obstante,
—como un perro que gime, embozalado
y amarrado a su estaca— el miedo persistía
en el lugar más hondo de mi padre.
De mi padre,
que de niño tuvo los ojos tristes y de viejo
unas manos tan graves y tan limpias
como el silencio de las madrugadas.
Y siempre, siempre, un aire de hombre solo.
De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre
todo lo que su corazón desorientado
sabía dar. Y entre ello se contaba
el regalo amoroso de su miedo.
Como un hombre de bien mi padre trabajó cada mañana,
sorteó cada noche y cuando pudo
se compró a cuotas la pequeña muerte
que siempre deseó.
La fue pagando rigurosamente,
sin sobresalto alguno, año tras año,
como un hombre de bien, el bueno de mi padre.

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OCURRE

Ocurre
que un día voy amando sin ton ni son a todos.
Al vendedor,
al ciego (le compro una estampita),
a la señora gorda, al químico y al sastre,
a todos voy amando con un amor sin bordes,
un amor de Dios manso y justo, si lo hubiera.
Pero también ocurre
que el alma, madrugada,
es como un nervio expuesto a una tenaza.
Y hay escalones falsos
y el amigo que amamos rehúye la mirada.
Caminamos sombríos
sabiendo que el mesero escupe en nuestro plato,
que el profesor calumnia a su colega
y la enfermera
maldice al desahuciado y le sonríe.
Y ocurre
que un día me conmueve la llaga del mendigo,
y extiendo mi sonrisa como un tapete nuevo
para que todos pisen
y se limpien el barro de los pies maltratados,
y la muchacha baile su vals de dos centavos,
y el cartero sacuda sus zapatos deformes.
Ocurre
que al despertarme recuerdo un amigo
que murió hace ya tiempo,
o veo llorar una mujer viajera
en el amanecer, ¡y es tan hermosa!
Y el amor se atropella, se amotina,
y voy amando a todos sin ton ni son, a todos.

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TAREAS DOMÉSTICAS

I

Con qué cuidado
y doméstico afán, entre el alba y la ducha,
meticulosamente aceitamos los goznes,
a los grilletes les damos brillo, nos aseguramos
que aprieten las cadenas —por si acaso—
que no hagan ruido
sus eslabones. (Se molesta el prójimo).
Con qué aire laborioso
sonreímos a la mañana urgente y caminamos.
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[1] De Poesía reunida, Barcelona, Penguin Random House, 2016.

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