CHARCO
Recuerdo muy bien ese miedo infantil.
Evitaba los charcos tras la lluvia,
sobre todo los recientes.
Alguno podría no tener fondo,
aunque se pareciera a los otros.
Me meto y de pronto me caigo toda,
comienzo a volar hacia abajo,
y más y más abajo,
en dirección a las nubes reflejadas
y a lo mejor más allá.
Luego se seca el charco,
se cierra sobre mí,
y yo atrapada para siempre —dónde—
en un grito que no sale al aire.
Solamente después llegó el entendimiento:
no todos los accidentes
siguen las reglas del mundo,
y aun si lo quisieran,
no pueden suceder.
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De
Instante,
2002.
(Trad. Gerardo Beltrán)
(Trad. Gerardo Beltrán)