viernes, 23 de enero de 2015

CRÓNICA

Viernes, 16 de enero, 21:00 horas.
Caja de músicos, C/Buen suceso 7, Gijón.


JUGADORES

Bernal, Jesús. Hombre en la niebla, Madrid, Rialp, 2012.
Collins, Billy. La manzana que asombró a París (de Navegando a solas por la habitación), Barcelona, DVD Ediciones, 2007.
Masters, Edgar Lee. Antología de Spoon River, Madrid, Cátedra, 2004.
Miguel, Luna. La tumba del marinero, Córdoba, La bella Varsovia, 2013.

CRÓNICA

La noche no estaba para tonterías. Cielo encriptado, y un viento primitivo que trazaba su bisectriz de lluvia entre el suelo y la plomada de nostalgia que deja una navidad recién muerta. Que cuatro jugadores se presentaran en el campo habla de las ganas que había de retomar la competición. Que desafiado el temporal, no fuesen capaces de acordar el juego para el que se les convocaba habla de la fijeza con la que cada cual se aferra a su poética, o a su antipoética, por mejor decir. Malamente podrá haber goles, cuando el ancho y la ubicación de las porterías, las áreas, las bandas, el balón y demás tramoya sobre la que se pueda sostener un concepto de lo que un poema podría ser, o de lo que en ningún caso debería ser, se disuelve en un cuanto sólo perceptible por la reverberación de incertidumbre que deja su paso.

Hemos de reconocer a IGNATIUM el don de la perseverancia. Ha conseguido elevar su condición de suscriptor de la colección Adonáis a la categoría de milicia: convoca los partidos, llama personalmente a los jugadores refractarios a las nuevas tecnologías, hace las veces de camarero, paga rondas puntualmente y aguanta estoicamente los venablos que suscitan sus jugadores… Y todo, para nada. Con la alineación de BERNAL, planteó su partido en el terreno de la densidad conceptual, una vez más. Con COTIDIANO arrancó buscando la dejada en la frontal, pero se enredó en la vindicación de la potencia religiosa de la palabra y su capacidad para extender la vida de la materia; con lo que el tiro ya salió mordido: «Cuando escribo no sé / si afirmo mi presencia junto a ellas; / tampoco sé si otorgo / a su pulso secreto / el pulso que sostiene mis palabras». Intentaba construir el juego de media sobre la anécdota, pero sin agilidad y con pases emplomados, como con EN EL ACUARIO: «Los peces flotan / entre los cadáveres / de la tripulación fantasmagórica / que ahora componemos… materia efímera / en el fondo del tiempo, / los restos de un naufragio sin porqué»; y siempre con un previsible desenlace en la órbita del tremendismo, como con ESTUVE ALLÍ: «mi cuerpo ensartado / resbaló por el filo del presente / (polvo hacia el polvo). Entre las hojas secas / mi volumen de sombra se abismó / Y me quise marchar, / y estaba ciego». Agotadas sus fuerzas en combinaciones fallidas, buscó la simplificación; aunque casi siempre con pases excesivamente largos que forzaban los límites de la lírica: unas veces para orbitar en torno a la primera ley de la termodinámica, como con DE RERUM NATURA: «Muere el hombre / y muere el animal, /y los cuerpos varían / en la disposición de sus moléculas, / pero no se deshacen en la nada…»; y otras para naufragar a medio camino entre la física de fluidos y el πάντα ρεῖ heracliano, como con —¡no podía faltar! — GOTA DE LLUVIA: «He elegido una gota / y he cerrado los ojos / por guardarla un instante en la retina… símbolo / de todo lo que fluye sin descanso… inexorable / hacia su conclusión». Con eso y con todo, fue el único que intentó agrupar el juego en torno a la posesión de la palabra y por ello merece que se le destaque.

Sin llegar al nivel de compromiso de IGNATIUM, hay en todo lo que plantea CHESIRE una cierta querencia hacia el fútbol directo, hacia un estilo. Fiel a él fue la alineación de COLLINS y el intento de montar jugada sobre la cotidianidad. El pero surge al suministrar esa cotidianidad sin sazonar; con lo que el partido se agota en la mera fotografía del balón. Ejemplos de lo expuesto los hay para aburrir: en registro de querellas de vecindario está OTRA RAZÓN POR LA QUE NO GUARDO UN ARMA EN CASA: «El perro de los vecinos no deja de ladrar… pongo una sinfonía de Beethoven a todo volumen… mientras el resto de los músicos escuchan… el famoso solo de perro ladrador, / cuya coda sin fin convirtió / a Beethoven en un genio innovador»; en estampa de turista sexual mal informado está LAS DIFICULTADES DEL TROVADOR: «Llevo una hora larga cantando lais / en lengua de oc a una mujer que sólo / conoce la lengua de oïl… La mujer… me dirige una sonrisa / con falsa expresión de comprensión fraternal»; en pelota y tanteándose la grasa abdominal está TERRÍCOLA: «una de esas básculas / que te dicen cuánto / pesarías en otros planetas… Imagínate con cinco toneladas / ocupando los páramos de Plutón / o vagando por Mercurio / sin saber qué hacer con tu libra de peso…». A la vista de que el discurso de la experiencia fracasaba, cambió de táctica, apostando por una declaración poética de corte más teórico para acercarse al área con INTRODUCCIÓN A LA POESÍA: «Les pido que cojan un poema… que peguen la oreja a su colmena… que suelten un ratón… y que lo vean buscar la salida… Pero lo que quieren hacer / es amarrar al poema a una silla / y torturarlo hasta que confiese». Pero para el disparo recurrió al punterazo malditista de siempre con UN RATO EN EL BAR: «el reloj lleva aquí quince minutos de adelanto… esta placentera despreocupación deriva / de alimentar la minúscula hoguera del cigarrillo, / de observar esta copa de whisky con hielo, / el óxido frío que sorbo»; con lo que marró la oportunidad; aunque arrancó aplausos encendidos de XABEL, más movidos por el corporativismo de barman que por la limpieza de la jugada.

Otro encuentro más y ya van muchos sin que CATENACCIO acierte con la alineación adecuada. Bajo su batuta, MASTERS desarrolló un juego tenebroso que ni siquiera se acercó al área rival, naufragado en una poesía moralizante que, seccionada del todo que le da sentido, devino en jugadas simple y llanamente incomprensibles. Comenzó con JOHN M. CHURCH, crítica social retrospectiva: «y así me hice rico… ¡Pero las ratas me han devorado el corazón / y en mi cráneo ha anidado una serpiente!»; coqueteó con pases de bordonería de bar con OSCAR HUMMEL: «Yo iba haciendo eses por la oscuridad… Pero quien salió no fue sino A. D. Blood, / en pijama, agitando un bastón, / y bramando contra las malditas tabernas / y los criminales que producían… recibiendo los golpes del bastón… hasta que caí muerto a sus pies»; para desvaírse en el contrasentido que plantea una épica de perfil bajo con MUCHOS SOLDADOS: «Pero no una célula de todo el árbol / sabía otra cosa que la palpitación de la vida, / ni le importó que la hamaca cayera / al suelo con los poemas de Milton»; dejando tras de sí un hálito sureño de banyos y tabaco a medio masticar que poca relación guardan con el fútbol.

La estrategia de ARTEMIO consiste en tomar un epítome de medicina interna, cambiarle las pastas y presentarlo como poemario. Si no, no se explica que pueda aparecer tantas veces la palabra páncreas. Porque a eso jugó con una MIGUEL, completamente pasada de revoluciones la mayor parte del partido. Antes del pitido de inicio, ya intentó la agresión con COMA DIABÉTICO: «Tú me diste una boca. / Mi madre de dio este páncreas. / La ciencia me dio insulina. / Dios no me dio nada / salvo miedo / en un puñado de azúcar». En la primera entrada se ganó la tarjeta amarillo-oscuro-casi-naranja con ANTE LOS SÍNTOMAS LOS MÉDICOS RECOMIENDAN NO CONSULTAR LA WIKIPEDIA: «Padezco hoy, aunque ame, aunque me muerda, aunque acaricie el vello extraño de mi última libertad… Padezco hoy la fiebre. El páncreas crudo. La bilis. El pus y su atadura». Ante el riesgo de expulsión, rebajó la intensidad a costa de renunciar por completo a la pelota, lo que se tradujo en prodigios asintácticos como NO ES UN CEMENTERIO DE ABRAZOS: «No dudo de este miedo / ¿los hombres? / mil / quizá / también / los rayos que se apagan, / saber perderte»; de los que sólo salía para despotricar del arbitraje, como con ME QUEDARÍA: «Me quedaría desnuda. / Me quedaría desnuda. / Joder / Me quedaría desnuda», en la más pura vindicación de la figura de SUSANA ESTRADA. ¡Tan emocionante, cuan estupefaciente!

Y con esto, labores de tabaco y botellines enmarcados por su negativo de espuma, languidecía el partido dejando un rastro de incomprensión mutua entre los jugadores. Ello no fue óbice para el reírse de uno mismo, certificar el paso del tiempo, la merma de vista, y la alopecia que avanza implacable desde la tonsura en que asentó sus reales por primera vez. Las calles crepitaban la noche. Las ventanas, como espejos cansados de luz, devolvían un reflejo tenue, donde sólo lograba afirmarse una hucha rosa con forma de cerdito sobre la barra. Quizás como metáfora de que el oro siempre impone su ley, y de que las más de las veces mora entre cerdos. Al cruzar la puerta, el navajazo de intemperie invitaba al ejercicio kafkiano de palmearse los brazos y las piernas, y arrancar sin más rumbo que la conciencia de uno mismo surgida del aliento. Por las esquinas, orfandad de voces, restos de tormenta, túmulos de bolsas de plástico roto y baba congelada como una eyaculación de sombra y miedo. El invierno deja ese caviar no fecundado, un sueño amortajado en su propio granizo. Tenía razón BÉCQUER: podrá no haber poetas, o peor aún, que sean malos, mas siempre habrá poesía. Pero eso ya es otra historia.