viernes, 5 de abril de 2013

CRÓNICA

Sábado, 3 de noviembre, 20:00 horas.
El Cantábrico, C/Muelle de Oriente 4, Gijón.


JUGADORES

Alarcón, Modesto. Venenos de la rosa, Madrid, Rialp, 2002.
Bécquer, Gustavo Adolfo. Rimas y leyendas, Barcelona, Ediciones 29, 1993.
Benedetti, Mario. Nuevo rincón de haikus, Madrid, Visor, 2008.
Mujica, Hugo. Y siempre después el viento, Madrid, Visor, 2011.
Peri Rossi, Cristina. Poesía reunida, Barcelona, Lumen, 2005.
VV. AA. (José Mateos). Última poesía española, Madrid, Marenostrum, 2006.

CRÓNICA

Pese a que sólo se marcó un gol, no nos encontramos con un partido de juego enfangado y dominado por la bronca. Sin llegar a la brillantez, sí dejó detalles de calidad con envoltorio del más diverso estilo sobre un fondo de entrega y compromiso táctico.

IGNATIUM, como en tantas otras ocasiones, armó su equipo en torno a la búsqueda de la belleza. A sus órdenes, arrancando con COLLIGE, VIRGO, ROSAS, ALARCÓN desarrolló un juego de pase corto al pie: «la intensidad exige el rito del instante... y así la sangre compita en esplendor con su hermosura». La aprehensión de ese noúmeno insondable le arrastró a una cierta confusión entre objeto, forma y observador, como se pudo comprobar en ADOLESCENCIA: «Más que la rosa en que se mezclan siempre fulgor y decadencia / pues el ser no precede a la mirada / no es anterior la mano a la caricia»; que a la postre, le hizo perder profundidad y quedar un tanto desdibujado en RELOJ DE ARENA: «Una lluvia de polvo incrementa el desierto... / a medida que pasan los inviernos / los relojes de arena / se multiplican / y nadie sabe cómo detenerlos/ para que los rosales no acaben enterrados».

Esperábamos encontrar en CHESIRE la propuesta táctica de siempre con los mismos retales de malditismo beatnik, con las mismas ladillas atormentando los mismos escrotos en los mismos burdeles baratos y, oh sorpresa, no fue así. Sin abandonar lo escatológico, pasó de las inmundicias a los dominios del Hades, porque en la muerte y sus proximidades es donde desplegó su juego MATEOS. Exento de florituras al principio, buscó el área sin meandros con CANCIÓN 10 (RUINAS DE BOLONIA): «Aquí, frente al mar, lo dice / el sol del atardecer: / Morir / es empezar a volver»; aunque a medida que avanzaba el encuentro, fue tomándose su tiempo para jugadas más elaboradas a costa de perder con ello el mordiente de la sorpresa, como EN MEMORIA: «Hace un momento has visto, en la penumbra / de un cuarto de hospital, la mano yerta, / Y era como mirarse en un espejo / y ver que somos menos que esa ausencia, / menos que el humo que despeja el aire»; que se asoma sin querer a una zona muy trillada y que terminó el partido sin exponer, centrando desde posiciones muy retrasadas y con remates blandos cuando los hubo, como con CANCIÓN PARA TERMINAR: «Con tan poco como tienes / temblando a solas, ¿pretendes / que te hable el Dios prometido? / Mira el jilguero. No es nada: / miedo y plumas. Sin embargo, / escondido entre ramas, / puede hacer que cante un árbol».

Después de una reaparición en que fue evidente la falta de forma, CLAMAVI recuperó brío. Con la alineación de MUJICA, buscó la solidez defensiva, la recuperación de la pelota y la transición rápida a la zona de mayor compromiso conceptual, no siempre combinando con acierto, como OSADÍA: «Ver no es abrir los ojos, / es arrojar a un lado el bastón blanco: / osar andar / sobre el saberse perdido»; ni rematando con acierto, como con PARTIENDO: «El viento trae lo que se lleva, / nos deja lo que pasa. / Se nace de espaldas al propio camino, / se vive partiendo». Pero siempre con una idea clara de lo que hacer con el balón tan pronto como se tuviera, como se vio con REGRESO: «Hay que adentrarse / en el desierto / para dejar atrás los espejismos, / Hay que volver / a entregarnos en la fuente: / hay que regresar a la sed». Todo ello como preludio para DESPUÉS DE TANTO: «Después, después de tanto, / el miedo se pierde / a renunciar a lo que jamás se tuvo: / Soy mi victoria sobre lo que perdí, / soy lo que ya no espero»; que aguantó la tarascada de CHESIRE sin caer en la tentación del piscinazo y se vio premiada con un gol merecido.

La decepción de la jornada la protagonizó JUANCHO con la alineación de BENEDETTI. Éste disimuló su lentitud y previsibilidad con adornos facilones en las circulaciones de la zaga, en ocasiones, buscando la morisqueta: «Yo por si acaso / cuando hay lluvia de estrellas / abro el paraguas»; en otras, juegos de palabras que no lograron despegar ni un centímetro del suelo: «Los desahogos / son la mejor salida / de los naufragios». Y que apenas logró redimirse de la inanidad cuando fiaba sus opciones al tono más melancólico: «En tiempos duros / no hay refugio más sano / que la tristeza». Ese mismo tono que nos encontramos en la dedicatoria, y que fue la mejor jugada que trenzó: «A los que buscan / aunque no encuentren / a los que avanzan / aunque se pierdan / a los que viven / aunque se mueran».

En esta ocasión, el recuerdo de los clásicos vino de la mano de GUSLEVI. Bajo su égida, BÉCQUER nos devolvió a esa poesía incontaminada de referencias culturetas, que se la juega intentando llegar al corazón aun a riesgo de caer en la cursilería: «¿Cómo vive esa rosa que has prendido / junto a tu corazón? / Nunca hasta ahora contemplé en el mundo / junto al volcán la flor». Proponiendo jugadas que aunque gestadas en un terreno prometedor, tienen dificultades para contener ese ramalazo excesivo... a lo RAPHAEL: «Volverán las oscuras golondrinas / en tu balcón sus nidos a colgar, /.../ Pero mudo y absorto y de rodillas / como se adora Dios ante su altar, / como yo te he querido..., desengáñate, / ¡así... no te querrán». Pero que en el momento que logra la contención, transmite una verdad honda, amén de un recuerdo valioso para tanto pegasinalefas que pulula por ahí, y que estañando cuatro sinécdoques con moco de caracol se cree el puto PETRARCA: «No digáis que agotado su tesoro, / de asuntos falta, enmudeció la lira. / Podrá no haber poetas; pero siempre / habrá poesía».

O empieza a preparar los partidos con un poco más de interés, o mejor será que CATENACCIO lo deje. Alineó a PERI ROSSI con un planteamiento táctico de lo más errático. Arranco en un tono casi épico, con una cierta remembranza de esos gigantones nórdicos que aporrean un mineral primigenio en su fragua conceptual: «Primitiva participas del rito de la palabra / como si fuera un juego / ceremonia de bacantes ebrias / Balbuceas los nombres de los dioses secretos / con penetrante voz de hereje»; pero perdiéndose en la retórica centrocampista sin llegar a un terreno verdaderamente comprometido: «Debajo de la ropa / mil pueblos oscuros / sublevándose / acechan en la tarea cotidiana / de crear y destruir»; para abandonar el terreno en el que se planteó la batalla y buscar parapeto en la indefinición, con LO IMPRESCINDIBLE: «Uno aprende que lo imprescindible / no eran los libros / no eran los discos / no eran los gatos / no eran los paraísos en flor... Lo imprescindible era otra cosa». De ahí a terminar abrazado a la farola zapateril, contando nubes entre campos de margaritas señoreados por el viento, sólo hay un paso; y lo da con CERCANÍAS: «Mi ignorancia de la nomenclatura / me permite bautizar con otros nombres / Mi ajenidad / es la ciudadanía universal de los sueños».

Y El partido se fue apagando. Le sucedió ese trasiego postrero de libros: la caza del poema sobrero que el entrenador desechó. Ya rinden todos cuenta en la nómina de las jugadas no intentadas, de los goles que pudieron ser y no fueron, y entre los que están a buen seguro y para nuestro desconsuelo, los mejores. Las aguas se aquietan y llega la conversación queda, el repaso de semanas fagocitadas por rutinas de trabajo y que, oreadas en esa cápsula de tibieza que ofrece un amigo atento, cobran renovada dignidad. En la calle, el viento arremete contra los paraguas, los voltea convirtiéndolos por un segundo en algo parecido a la copa arrebatada de la mesa de un cíclope, antes de que otro golpe de viento lo reduzca al aspecto de ala rota de murciélago. Todo apunta a un mundo que se afila: pasos acelerados, mejillas que se prenden con tensión a los pómulos; y no sólo en la cara de las guapas más engreídas. El poeta tenía razón con aquello de que la vida iba en serio y que empezamos a comprenderlo demasiado tarde. La balanza se vence del lado de la realidad. Y nos deja una mirada que se asoma a un abismo de dudas en que empieza a adivinarse que los balances descuadran; que hay una asimetría inapelable la posibilidad y su realización; que ese ciclo infernal de hámster bípedo que va del deseo a la satisfacción, y del hastío al nuevo deseo ha concluido. Y que tal vez ha llegado el momento de bajarse de la ruleta. Pero eso ya es otra historia.

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