sábado, 16 de febrero de 2013

CRÓNICA

Sábado, 9 de febrero, 21:00 horas.
La Vida Alegre, C/Buen Suceso 8, Gijón.


CRÓNICA

Partido sin trascendencia en el marcador el disputado este sábado en el siempre impecable terreno de juego de “La vida alegre”. Media entrada de aforo en un partido con muchas bajas y que hubo de disputarse con la ayuda de la luz artificial. Isabel, la anfitriona, nos obsequió con una exótica tortilla de patata que nos zampamos a regañadientes en un pispás. Y de otra más incluso hubiéramos dado cuenta si nos hubieran obligado a ello. El encuentro comenzó sin un dominador claro y los tímidos intentos atacantes de cualquier jugador eran rápidamente cortados en seco por un Oji descomunal en defensa, que ante la ausencia de los dos centrales titulares, Alfredo y Martín, se erigió en un coloso defensivo aplicando la máxima del fútbol que dice que o pasa el jugador o pasa el poema, pero nunca los dos juntos. Cierto es que a medida que el partido avanzaba fue concediendo algún lance de cara a la galería pero siempre que se sintiera con las espaldas cubiertas por María, que a la chita callando se convirtió en una de las jugadoras destacadas del partido por su versatilidad y su desdoblamiento entre el ataque y la defensa. “Escondida la mano para dejar sobre los libros la huella de un dios, pero encontró la voz del silencio” Así escrito, pero en vertical, fue una de las aportaciones de María a través de Carlos Tejero y “El disfraz de los paisajes”. Un libro que mereció y obtuvo numerosos aplausos por alguna de sus jugadas, vertiginosas casi siempre, esenciales, pero que no logró la unanimidad y por tanto el premio del gol. Nacho, como siempre, fiel a sí mismo. Si cada palabra fuera el equivalente a un toque de pelota, Nacho sería de los equipos que juegan siempre al primer toque, buscando la portería contraria con verticalidad, sin florituras ni adornos. Contando mucho con muy poco: “Honda en la noche escribo el enfermo declive de la horas, el pausado morir de la nostalgia…” Esta fue parte de una de sus jugadas que corrió a cargo de Ada Salas con su obra “No duerme el animal. No pasó desapercibida para el público ni para el resto de participantes esa especie de simbiosis que se produce entre don Ignacio y las obras que aporta, hasta el punto de surgir el difamante rumor de que en realidad es él quien escribe los libros bajo seudónimos o adoptando personalidades dispares. No sé si se tratará del primer caso en la literatura de lector transgénico o de autor transformista, pero desde aquí quiero aplaudir su personalidad y su perseverancia para encontrar siempre un libro que se pueda identificar tan nítidamente con él. Dicho esto también hay que reconocer que no fue esta su más brillante aportación al fútbol de poetas. Buen partido el de Rafa, con un fútbol ágil y preciso, buscando los huecos y la espalda de los defensas. Quizá en algún lance acusaba el cansancio o la precipitación y terminaba la jugada de forma un tanto embarullada y confusa, lo que echaba por tierra un gran trabajo anterior. El título de su libro prometía una brevedad que luego no se refrendaba en cada poema, algo que a la hora de otorgar goles también cuenta y parece mentira que un jugador de su experiencia pase por alto. “Instante” de Wisława Szymborska fue su jugador y doy gracias al cielo de que no tengo que pronunciar su nombre, que bastante tengo con escribirlo. “De cada cien personas, las que todo lo saben mejor: cincuenta y dos, las inseguras de cada paso: casi todo el resto, las prontas a ayudar, siempre que no dure mucho: hasta cuarenta y nueve …”. Alba jugó con Emilio Prado y su poemario “Tiempo, canciones del farero”. No fue su mejor día a pesar de contar con algún lance que sí mereció la pena pero no la aprobación general. Una obra muy lírica la presentada, casi diríase que líquida. En algunos versos podía palparse el tacto acuoso de las palabras, algo que al parecer no todo el respetable apreció. Quizá haya que responsabilizar un tanto a la jugadora de no ser capaz de transmitir esa pasión, entretenida como estaba enredando a dos manos con las nuevas tecnologías y sin dejar de hablar con los circundantes. Meritorio, sin duda, pero poco poético. Con el partido recién empezado hizo aparición el cronista oficial, cosa que alegró mucho al personal porque llegó acompañado de Carolina, que junto a Elena, Patricia y a Marcos, formaron el grueso de la hinchada. Ningún lugar ni momento es malo para adquirir conocimientos y así, en el descanso del encuentro pudimos conocer de primera mano que algunos gatos tiene la capacidad de hablar. O algunas Carolinas la capacidad de entender a los gatos, que no me quedó del todo claro. Si la noticia se confirma estoy por negociar con ese gato porque con unos pocos versos que me haga seguro que rompo con la pana en el siguiente partido. En la reanudación todo siguió por los mismos derroteros y los ataques deslavazados eran cortados sin contemplaciones por cualquiera de los jugadores que ya no mostraban complejo alguno. Se dio incluso el caso de ser Oji el único que daba un gol anulado por el resto. El fútbol de Oji fue en este día más elaborado y con jugadas más largas que el general del resto de asistentes. Emily Dickinson fue su jugadora y “Poemas de la muerte” su agorera obra. Buen libro, qué duda cabe, pero que tampoco logró el beneplácito de la afición. Quizá fueron muy extensos sus versos para el estilo austero que últimamente se estila, o quizá la política de no hacer amigos ni prisioneros le jugase una mala pasada, quién sabe, el caso es que un buen libro se quedó sin marcar, una vez más. Javier Almuzara con sus “Constantes vitales” fue mi jugador. Tengo una particular historia con el autor y el libro que no es momento de explicar, pero resulta llamativo que el hombre que me regaló este libro como paradigma del verso libre, llegado el momento anulara uno tras otro cada intento de gol por mi parte: “Anuncia el día el fin de su espectáculo ensangrentando todo el escenario. Para volver mañana, cuanto escándalo.” Tengo que reconocer que en este partido, incomprensiblemente, no estuve cerca del gol en ningún momento. Quizá me está bien empleado por abandonar a su suerte al verso rimado. En resumen, que lo pasamos muy bien en compañía de nosotros mismos con nuestra “lírica itinerante”, pero creo que se nos escapó una oportunidad de oro de plantear un golpe de estado incruento y cambiar las normas del partido aprovechando la ausencia de los dos severos e inmovilistas fundadores. Ocasiones de traición como esta se van a dar pocas veces más y lo que se seguirá repitiendo será el cero a cero.