martes, 11 de septiembre de 2012

CRÓNICA

Viernes, 31 de agosto, 21:00 horas.
El Cantábrico, C/Muelle de Oriente 4, Gijón.


CRÓNICA FUTBOLEROPOETISTA

Grandes expectativas se habían alzado antes de la celebración del partido que cerraba la ronda agosteña y nos preparaba para una temporada intensa. La tarde-noche fue casi tan calurosa como el recibimiento con el que se obsequiaban los participantes y el escaso público asistente a lo que a la postre resultó como el mejor partido del año. El terreno de juego, situado en las instalaciones multiuso del bar Cantábrico estaba en perfectas condiciones aunque no se puede decir lo mismo de la iluminación artificial del campo número dos, donde se celebró el encuentro al estar en labores de mantenimiento el campo principal.

El partido comenzó con un ritmo trepidante desde el pitido inicial y ya en los primeros lances se produjeron las primeras ocasiones de gol, que no se materializaron en parte porque los postes están puestos para algo y en parte porque siempre aparece algún defensa que despeje el balón en el último momento cuando ya parece que se va a colar en las mallas. Enseguida se pudieron ver los primeros duelos y emparejamientos, que en algunos casos alcanzan ya la categoría de míticos. Cabe destacar en este apartado el cara a cara que mantuvieron Alfredo y Nacho, siempre atentos a entrar al cruce y sin dudar ni un momento si se hacía preciso dar un patadón que sacara el balón del estadio.

Se empezaba a vislumbrar lo que a la postre sería uno de los mejores partidos de la historia, donde hasta para no faltar a los refranes, hubo una excepción para confirmar la regla. Ese fue Charly Castañón, el que esto suscribe, que a pesar de su buena voluntad jugó uno de los peores partidos que se recuerdan, aunque no tanto como para merecer los abucheos recibidos y los gritos de fuera, fuera, por parte de la hinchada más radical encabezada por Pepe el Hincha que solicitaba airadamente una expulsión tan injusta como precipitada. Y eso que la apuesta de Charly fue atrevida y prometedora con “Los mejores acertijos y adivinanzas”, esencia misma de la poesía y del valor de la palabra, pero una mala preparación física y sin duda, una mala elección del equipo titular, dieron al traste estrepitosamente con su arriesgada apuesta, que había incluso levantado ciertas expectativas entre los jugadores más revolucionarios. A pesar de todo dejó alguna jugada digna de recordar y no exenta de cierta polémica, como la que a continuación se transcribe y cuya resolución se podrá ver al final de esta crónica:

Nace en el bosque,
se cría en el bosque,
se hace mujer en casa.

Se echó en falta la presencia en el campo de notables jugadores, como María, que arrastraba una tendinitis en el dedo índice de su diestra mano que le impedía jugar con soltura pero que no fue óbice en modo alguno para que se pasara por allí a contemplar y animar a los contendientes. O como el caso de Neiro, que apareció para realizar el saque de honor y desapareció como alma que lleva el diablo antes de que nadie pudiera reclamarle que se hiciera cargo de su puesto titular de esta columna, que tanta categoría pierde con su ausencia como gana un servidor en descrédito ante sus semejantes y pacientes lectores.

Ya no quedan en el fútbol moderno rematadores como los de antaño y eso se notó una vez más en este partido, donde los regates se sucedían uno tras otro, las paredes al borde del área, centros desde la banda y hasta algún pase de espuela. Se ven jugadas bien ideadas, bien construidas pero que fallan a la hora decisiva del gol. La deliciosa Alba no fue una excepción a esta tendencia inconclusa y el inicio de sus poemas, delicados aunque lejos de su propia altura, levantaba al respetable de sus asientos, expectantes, pero sus remates se quedaban más en un ay que en un uy. Como muestra, a falta de un buen botón, queda esta jugada que aquí trasladamos.

"Estabas
Como un astro sin brillo
Recibiendo del sol
La luz de tu contorno.
Sólo bajo tus pies era de noche"

"Yo y la luz te inventamos
Ciudad que ahora en un alba
De fantasía y de sol
Naces al mundo;
Ciudad aún imprecisa,
Con sangre, luz y ensueño
En tus blancas fachadas.”

Y eso que su jugador no podía tener un nombre más futbolístico, Altolaguirre, y el título de su obra ser más prometedor: Las islas invitadas. Hubo un cerrado debate sobre si el alba de la segunda estrofa era, como así se acordó, o no, un intento subliminal de condicionar la opinión del jurado. Pudo haber marcado algún golito si las defensas no fueran lo que son y se mostraran más generosas con la lírica. Esa falta de generosidad fue la que sufrió en sus propias carnes Alfredo, que jugó uno de sus mejores partidos, dando un recital de juego alegre y vistoso, nada exento de técnica y de una sobriedad impropia de alguien tan acostumbrado a jugar para la galería. Buscó el gol con tesón y afán, tanto que en alguna ocasión ese ímpetu lo llevo a enredarse en inanes discusiones con el resto de jugadores que no apreciaban la calidad de su juego, o que frenaban sin contemplaciones sus incursiones con belicosas faltas al borde del área. Misteriosamente feliz era el título de su aportación, creada por Joan Margarit y esto que a continuación se transcribe una de sus jugadas:

Se encorvaba con fuerza
para hundir más profunda
la reja del arado.
Cuando a veces la mula
se paraba a mear,
en lugar de azuzarla
a golpes y gritando,
me decía: dejémosla,
porque al mear descansa.
La vida era clavar
el hierro y abrir surcos.
Clavar la compasiva
mirada en una mula
al acabar la guerra.
Que alguien recuerde así
—tan compasivo y hondo—
algún poema mío.

Si hay que hablar de combatividad hay que referirse inequívocamente a Martín. Qué forma de pelear por cada balón, de disputar cada centímetro del campo, de presionar al rival y a los árbitros. Estuvo durante todo el partido respaldado y jaleado por su hinchada más ultra y radical, capitaneada y representada por Pepe Llana, que se basta y se sobra para animar cualquier cotarro o a cualquier jugador sin ser estrictamente necesaria una afinidad literaria. Martín jugó con un clásico de la literatura universal como Catulo, ofreciendo incluso la nada necesaria posibilidad del bilingüismo, que de haber sabido los presentes algo más de latín quizá fueran más apreciados sus versos y sólo a una desacertada traducción puede achacarse la escasa pena y gloria alcanzada. Quizá también influya en algún jugador susceptible las anotaciones que el propio Martín escribió en los márgenes de las fotocopias con las que jugó, donde nos llamaba tarados o patanes. Desde aquí me atrevo a recordarle que hacen más por los buenos entendimientos unos pastelillos o unas lonchas de cualquier ibérico curado que las zahirientes puyas del más destacado ingenio, como nadie duda que posea. Una de sus jugadas más destacadas fue la siguiente tal y como jugó:

Lesbia continuamente me maldice,
pero no deja de hablar de mí jamás.
Que me muera si Lesbia no me quiere.
¿Cómo lo sé?
Porque yo hago exactamente lo mismo,
y que me muera si no la quiero.

Carlinos evidenció una notable falta de ritmo fruto de su prolongada ausencia de la alta competición. Empezó con un soneto precioso e injustamente mal valorado para ir perdiéndose luego en intrincados versos que acababan en nada. Jugó su baza a un inicio fulgurante y no consiguió marcar, pero aun así no despachó un mal partido con Francisco A. Velázquez y su Ciudad en llamas. Por problemas técnicos con nuestro centro territorial no disponemos de imágenes o testimonio gráfico que den fe del buen toque y la buena disposición sobre el terreno de juego que desplegó Carlos, así que tendrán que creer en mi palabra, pudo haber marcado, pero tendrá que trabajar más duro para estar codeándose con la élite futboleropoetista.

De Nacho y Rafa voy a hablar en un mismo bloque, pues aunque sus estilos son diametralmente opuestos, ambos mantienen una filosofía común respecto al juego: no juegan para marcar, juegan para enseñar. Enseñar los poetas que les gustan y así son perfectamente reconocibles siempre por los libros que llevan, pueden verse reflejados claramente sus gustos y sus sensibilidades, que ya digo que poco tienen que ver, pero como se suele decir de los grandes equipos, si hay que morir será con su propio estilo. Jugaron los don un buen partido yendo, contrariamente al resto, de menos a más, y cuando los demás estaban pidiéndole la hora al colegiado, ellos sacaron de la mágica chistera de las hojas de sus libros, las mejores combinaciones. Nacho jugó con La comunión de los mortales, de Jorge Riechman, y su mejor jugada, alabada por parte del público y prensa fue:

Si la respuesta
de la mayoría ante la puesta de sol
es bajar la persiana
¿vamos a concederles la razón?

Rafa lo hizo con una joven promesa local, Sara Herrera Peralta y su intitulado libro, De ida y vuelta, de donde extraemos lo que sigue:

Me inventé todos los rostros y todos los caminos.
Las carreteras fueron tremendas vanidades
y afinidades con otros seres que se convirtieron
en estatuas de hielo.
Luego van a derretirse.
Luego van a decir que nunca fueron
Misivas.
Pero yo los inventé.
Amé sus esculturas.
Y después fui agua.

Como puede comprobar cualquiera que se fije con un pelín de atención, ambos autores escriben en vertical de la misma manera que podrían hacerlo en diagonal, innecesaria y artificialmente, pero en fin, lo que importa es el mensaje y el contenido y aunque ninguno logró marcar, fueron éstas jugadas que causaron cierta sensación. Lo que habrá que plantearse en un futuro no muy lejano será la denominación de este juego, si merece la pena llamarlo de poesía, de prosa o de cualquier cosa.

Juancho, el triunfador de los dos últimos partidos, no pudo casi ni moverse en esta ocasión fruto de un estrechísimo marcaje al que fue sometido y que le fue sacando poco a poco del partido hasta perderse en el cachondeo del rincón de la buena gente junto a Alba y Charly, lo que desataba el enojo del fondo contrario no se sabe bien si por envidiona o por falta de seriedad, que tampoco se conoce bien de quién. El jugador del colombiano exgoleador fue Augusto Monterroso y su libro La oveja negra y demás fábulas. No era mal jugador, pero no estaba el partido para florituras o mejor dicho, no estaban las defensas para dejarse engañar otra vez por lo bajini y así, cada balón que Juancho metía en el área contrario era expeditivamente despejado sin miramiento alguno. Tampoco el verso clásico es una característica de este autor y para tener que ser transcrito de forma manual un poco extenso, así que aprovecho para rogar que en próximas ocasiones, en lugar de fotos, los jugadores se molesten en mandar ya transcritas sus propias aportaciones si en algo aprecian la veracidad de lo que pueda luego ser escrito, que el rencor y la venganza son fieras complicadas de amarrar.

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja Negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Con esto se terminó el partido con el cero a cero inicial. Como bien apuntó Pepe a la conclusión, por muy malo y poco que gustó mi libro, al final marcó tantos goles como los demás.

Y por cierto, la solución era la escoba.